domingo, 30 de mayo de 2010

CAPITULOS XVI y XVII El Patio de los Perdidos

YA SE ACERCA EL DESENLACE, ¿QUÉ ALUMNO DE 5ºA AYUDARÁ A NUESTRO PROTAGONISTA?

CAPITULO XVI


Saliendo de ese tema, otro momento donde se nos da pie a descargar tensiones es el cambio de hora, la delegada aunque intenta cumplir su rol lo mejor posible no consigue controlar el estado de sitio en el que se convierte la clase. Los más cercanos a la hiperactividad comienzan su guerra particular de balonazos, aunque se excusan diciendo que es para colocarlos bien y que no nos los quiten por la tarde los que entran a actividades extraescolares.

Algunos que están tonteando empiezan a insultar a algunas niñas, ellas se defienden y les llaman mil cosas, la delegada apunta en la pizarra a los niños, aunque deja a varios sin apuntar, entonces ya empezamos a quejarnos todos, en esa tesitura nos encuentra nuestro tutor, así que imaginaros como se pone. Nuestra clase está situada en la segunda planta de un edificio, así que los maestros que dan clase en los pórticos también, necesariamente, deben invertir algunos minutos en subir hasta nuestra aula y son esos momentos los que aprovechamos.

No ocurre todas las horas porque tenemos muchas horas seguidas con nuestro tutor pero vamos, se nota que esperamos ansiosamente esos descansos. Con las mismas ganas intentamos a diario, sobre todo en las últimas horas que estamos más cansados o aburridos, el viejo truco del servicio, del cuarto de baño, de beber agua, etc.

En mi clase hay verdaderos expertos, todo hay que decirlo. Eso es un arte como ellos dicen, como cualquier otro. Una especialidad, aunque también influyen muchas circunstancias. Si el maestro está explicando algo importante, si estamos en un control, si estamos corrigiendo unas actividades de clase, hay momentos en los que es claramente descabellado pedir permiso para ir al cuarto de baño, el No rotundo aparece en la frente del maestro sin ni siquiera hacer ademán de pedirlo. Muchos compañeros caen en el error de intentarlo. Es una situación graciosa, a pesar de que lo normal es levantar la mano para pedir permiso para alguna cosa, a veces, movidos por la necesidad nos levantamos de nuestra mesa y nos acercamos a la mesa del maestro. Como decía es graciosa porque nuestro tutor nos conoce mucho y algunos en el mismo momento que se están levantando así con cara rara, los mira y les dice:
Fulanito no puedes ir al cuarto de baño ahora, siéntate.

Y fulanito nos mira algo ruborizado, se sonríe como diciendo lo intenté y se sienta, los demás sonreímos básicamente porque sabemos de antemano que no era una necesidad real, simplemente las ganas de evadirse un poco de la clase y dejar de ver los componentes de la sangre, o las formas no personales de los verbos.
Los expertos son los que aprovechan cualquier situación, entra un maestro a comentarle algo a otro, se están repartiendo algunas informaciones para los padres, etc. En ese momento se acerca con cara de corderito a punto de ser degollado, a ese gesto en el rostro debe acompañarse una posición de manos especial, cercanas al vientre y un achinamiento considerable de los ojos, una vez cumplidas estas premisas, pedir con un tono bajo de voz al maestro:

¿Don Menganito puedo ir al cuarto de baño que no me puedo aguantar?

Casi siempre funciona, sobre todo como digo los expertos, en cada clase hay expertos de muchas cosas, en la mía, los del cuarto de baño son verdaderos profesionales.


CAPITULO XVII


Borja me dijo que se quedaría un rato descansando, que me vendría bien dar una vuelta solo, darle un poco al coco y sobre todo relajarme. Asentí con la cabeza y me dispuse a tomar la calle arriba, sin un camino concreto.

Al llegar a la altura de la Iglesia del barrio, contemplé una imagen insólita, estaba completamente solitaria, la confluencia de varias calles, ese pequeño jardín a modo de isla, que separa dos calles tan tradicionales, una por su devoción a la Virgen y otra por sus carnavales.

Así, a simple vista, parecía un desierto. Continúe en dirección al centro de la ciudad. No llevaría más de cinco minutos caminando, cuando de repente, me encontré con una muchacha de unos 17 o 18 años, iba tranquila bajando la calle que yo subía. Su rostro era risueño, era muy guapa y tenía el pelo rizado.

Todavía no había llegado a mi altura cuando ya estaba ruborizándome. Mis mejillas empezaban a ponerse a punto de ebullición. De un colorado dinamita. No podía superarlo. En circunstancias normales, no hubiese sido capaz de decirle ni hola, hubiese agachado la cabeza, con las orejas gachas y habría continuado mi camino. Pero… no podía perder esa oportunidad. Si todo esto era un sueño, como me contaba Borja, o no lo era. Si todo esto tenía algo que ver con el libro que empecé a leer, debía intentar resolverlo. Era la primera persona que me encontraba desde que vi a Borja y empezó a contarme todo.

Mi arrojo fue, diría yo, como el de los grandes toreros, mis mejillas estaban más rojas que el capote de cualquiera de ellos, centré mis ojos en su mirada y le dije:

-Perdona, ¿tú estudias en mi colegio? Al acabar de pronunciar la
frase caí en la cuenta de la estupidez de mi pregunta. No daba una, ¿qué pensaría la muchacha? ¡Este niño es tonto (y con razón)! No había preguntas en el mundo para comenzar una conversación con una chica que esa pregunta…Pensé: “como siempre, ¡qué desastre eres Vicente!, ¡qué desastre!”.

Entonces, la muchacha reaccionó extrañada, o eso me pareció por su mirada, aunque con una sonrisa (para mi angelical) contestó:

- ¿De tu colegio? no sé, ¿cuál es el tuyo?

Su pregunta era normal, si sólo un palurdo como yo puede preguntar semejante tontería, encima sin decirle el nombre del colegio. Le dije el nombre de mi colegio y ella no fue tan parca en palabras, se le notaba que era extrovertida, muy simpática, pues siempre sonreía cuando hablaba, y además extremadamente guapa. Lo tenía todo.

Yo, mientras, seguía ruborizado. Supongo que ella lo notaría, pero con gran delicadeza, ni me dijo nada, ni hizo ningún comentario alusivo al estado de mis mejillas.

-Como te decía, soy Miriam, estudio 4º de Eso en tu colegio, es cierto, y nada, aquí andando iba hacia allí, ¡fíjate qué curiosidad! He quedado con unos compañeros para hacer un trabajo.

-¿Cómo? -mi reacción no se hizo esperar-. No sabía si hablar con ella, pero no encontraba otra solución. ¿Te importa que nos sentemos y te cuente una cosa rápidamente? -estaba empezando a soltarme con las chicas, le estaba proponiendo casi una cita, ¡qué valor! ¡Cuando se lo contase a mis amigos¡

-Bueno, tengo algo de prisa, pero vamos, si no es mucho tiempo…Venga puedes contarme lo que quieras. Se te ve en la carilla que estás preocupado por algo. Arranca, ¡venga!

-Mira, Miriam… - no encontraba la manera de arrancar-, te puede parecer muy extraño e inverosímil todo lo que te voy a contar, pero necesito escuchar tu opinión. Debido a un libro de Literatura estoy metido en un problema. Podrás reírte pero es creíble. No sé como has aparecido tú por aquí. Yo me levanté el otro día, fui al colegio y en vez de colegio había un solar, luego han ido sucediendo cosas raras, he conocido a un chico llamado Borja. Me ha explicado que él también ha vivido esta experiencia y me ha hecho pensar. Creo que todo se debe a un libro que me dio mi profesor y no lo leí entero, lo dejé a medias. Ahora estoy muy “rallado” no sé que hacer, ni sé la manera de que todo vuelva a la normalidad. Te lo he resumido de la mejor manera posible. No sé que habrás entendido tú, Miriam.

-Bueno muchacho, no me has dicho tu nombre, ¿cómo te llamas?

-Vicente, Vicente Villar, perdona, los nervios y eso.

-Bien Vicente, te voy a ayudar pero tú también me debes ayudar a mí. Esto es muy sencillo, tú pones de tu parte y yo te resuelvo tu problema y te olvidas de esta locura que estás viviendo.

-Si de verdad me liberas de esto, hago lo que haga falta -te puede convencer cualquiera de muchas cosas, pero si la persona que te intenta convencer es una muchacha como Miriam, aceptas con los ojos cerrados, eso puedes tenerlo claro-. Bien, pero no me vas a decir que no hay explicación para toda esta maraña de cosas ¿verdad? ¿Tú no decías que ibas a hacer un trabajo con unos compañeros de clase?

-Y así era chico, pero se antepuso el secreto del libro de Don Ricardo.

-¿Cómo has dicho? ¿Conoces la historia, conoces a ese profesor y todo lo que me ha pasado?

-Lo que te ha pasado no sé, pero sí, la historia la conozco y te la resumo enseguida. Mira, atento, que te vas a quedar helado chaval. Aquí es todo como un puzzle verás que pronto te encajan todas las piezas. Todo empezó con Borja.

-¿También lo conoces?

-Desgraciadamente sí, dijo Miriam -fue la primera vez que no mantuvo esa sonrisa tan bonita después de hablar-. A lo que vamos chico, como te contaba, Borja estuvo a punto de repetir sexto curso. Quizá esto lo sepas pero es para aclararlo todo bien. Don Ricardo le dio el libro. Te ha engañado diciendo que salías tú. El libro hablaba de un chico, no recuerdo el nombre. Era un libro para aprender a apreciar la lectura, y saber que es importante sacar el curso adelante. Entonces, dejó el libro a medias. Es cierto, según veo, que no sé de que manera, ni explicación, llegó al colegio, convertido en solar. Allí estuvo un rato como te dijo, pero la manera de salir de allí, nuevamente es un camelo. Te volvió a mentir.

-¿Y cómo salió? -pregunté yo ya impaciente.

-Salió escribiendo en el libro que ayudaría a cualquier muchacho que le pasara lo que a él le había pasado. Eso viene en la parte final del libro. Él leyó el libro como te dijo y en las páginas finales, una vez acabado el libro, dentro de las recomendaciones del autor, viene un cuestionario. Lo rellenó y justo después, cuando se acercó a la calle, vio que todo había vuelto a la normalidad. Ese año acabo su curso, algo asustado por este acontecimiento, pero aprobando las asignaturas y pasando a Secundaria.

Ahora, tú has dejado el mismo libro a medias, y el secreto del libro de Don Ricardo, ha hecho lo demás. Has aparecido aquí, y Borja, para su sorpresa ha vuelto al mismo lugar en el que estuvo cuando tenía tu edad. El cuestionario instaba: “y si un muchacho está en tu misma situación, ¿lo ayudarías para que saliera de ella, serías capaz de explicarle tu experiencia, o pasarías de él y no le harías caso?”

Borja, contestó que sí. Así pues, cuando dejaste el libro a medias y viajaste hasta el solar, al poco tiempo, apareció él, para intentar hacerte comprender.

-Me dejas más tranquilo Miriam. Ahora todo empieza a tener su explicación. Pero… ¿tú que haces aquí, metida en todo esto? ¿Y si todo es tan fácil, digo yo qué…podrá llegar todo a la normalidad? ¿Tengo que esperar mucho?

-Pues chico, si te soy sincera, todo depende de si me ayudas. Como a veces en la vida, la gente se aprovecha de las cosas que se hacen por su bien, y buscan su interés. Borja te ha metido en un lío, y a mí también. Ahora hay que unirse para salir de aquí.

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